Tras las copiosas lluvias caídas ayer sobre Madrid, me ha venido a la mente un personaje que harto abunda por estas tierras de la Villa y Corte.
Hablo del tontiparagüero.
Denomínase "tontiparagüero" a aquel espécimen humano que tiene una espasmódica aversión a los paraguas. Bueno, al hecho de llevar un paraguas cuando empiezan a asomar las nubes en lontananza.
Llevo años fijándome en que la mayoría de los madrileños (no la totalidad, puesto que yo no me incluyo entre éstos) tiene auténtico terror a llevar un paraguas cuando se prevé lluvia. Este sujeto hace todo lo posible para evitar estas pacíficas lanzas de nuestra época y prefiere mojarse antes de que le vean portando plegada una de esas negras setas sin que esté cayendo gota alguna.
No sé qué tendrán los paraguas, pero el madrileño se ve más guapo sin ellos.
Prefiere arriesgarse a quedar empapado como un calamar antes de que le vean portando un quitalluvias en posición de firmes.
Es lo que toda la vida se ha llamado un "tontín": y es que el madrileño, por lo general, es muy tontín. Anda pensando siempre en lo que los demás pensarán de él. El tontín, generalmente, cree que, a la mínima, los demás le mirarán como a un tonto por sacar a pasear un utensilio que quizás no vaya a utilizar... por lo cual prefiere calarse a marchar precavido.
El tontiparagüero es, además, algo inquisidor: si, por precaución, sacas tu paraguas de paseo, presto te mirarán de soslayo. Si una vez desplegado, porque llueve, se te ocurre pasar con él momentáneamente bajo un sitio cubierto sin volverlo a plegar rápidamente, te echarán una mirada que atravesará tu conciencia como un tormentoso rayo. La estupidez madrileña exige que, si andas en ese momento bajo una amplia cornisa, pliegues inmediatamente tan ominoso artilugio hasta que vuelvas a salir al descampado.
En los años en que viví en la ciudad de León (pero no se asusten: no soy Zapatero) observé que sus habitantes, con toda la precaución del mundo, cuando las nubes atisbaban sucias, tomaban el paraguas en ristre y salían con él con toda naturalidad por la ciudad. Podías ver tanto a gente mayor con su paraguas plegado como a personas de mediana edad como a punkies a los que no les importaba mezclar sus teñidas y coloridas crestas con serios y fúnebres paraguas. Los leoneses eran gente normal, sin complejos -como los londinenses- y como tantas otras personas de múltiples ciudades.
Pero el madrileño no: el tontiparagüero madrileño es el epítome de la tontuna, del acomplejamiento sin mesura del -en definitiva- "mira a los demás por si te miran".
4 Déjame un comentario, chati:
Los paragüeros sois un peligro público incapaces de soportar con estoicismo las inclemencias del tiempo.
La próxima vez que algún paragüero me golpee con el infernal artefacto, o esté a punto de sacarme un ojo, usaré la ley del talión.
Jeje, tenía pensado escribir más adelante un artículo sobre el peligro de los ancianos con paraguas punzantes... :-)
Je je je... Ha de caer un torrencial diluvio para que yo coja un paraguas al salir de casa. Y ni soy madrileña ni vivo ni he vivido nunca en Madrid.
Y mira, pues, igual diluviando tampoco porque me parece una tontería.
¿Sabes la de carcajadas que me arrancan muchos que cruzan una zona inhundada, con la riada hasta las ingles y su paraguas enhiesto?...
Al fin y al cabo, no dejas de mojarte por muchos motivos: el aire que lanza la lluvia de lado. Los... esos... los que adoráis llevar el paraguas y dejáis a todo el que pasa por vuestro lado hecho una sopa...
Otro motivo para odiar a los amantes del paraguas, dejando aparte a los sacaojos, son los que, cobijados bajo él, se pegan a la pared de la acera aunque circulen por la izquierda y a tí te echan fuera con la potestad que les da lucir esa cosa ridícula.
¡Ja ja ja!
(¿Te han vuelto a defenestrar de aquel sitio? He estado fuera de combate dos semanas y al volver hoy, Ramsés lo comentaba. Bueno, pues que se joroben. ¡Saca el paraguas!)
Jeje, Leona: ¿y qué usas en su lugar? ¿Traje de buceo? :-)
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