No me gusta ser cínico, pero observando la costumbre extendida, desde hace unos años, en España de poner nombres absurdos a los hijos en aras de la originalidad, a veces me cuestiono el amor real de dichos padres sobre sus vástagos...
Parece que el bautizo novedoso e innovador obedece más a un impulso de enaltecimiento del propio ego que de búsqueda del bienestar hacia la descendencia...
Da realmente pena las repetidas situaciones de padres que, cuando dicen el nombre de sus hijos, se arrojan a una prolija explicación de por qué se lo pusieron... o de cuál es su significado en chino, guaraní, swahili o cualquier otro ignoto medio expresivo.
Más pena aún da cuando es el propio hijo el que debe dar la explicación, pormenorizando el origen y significado que les fue concedido un día por el capricho de sus irresponsables padres...
La nueva moda de la crismación laica y pretenciosamente original no es más que el reflejo de una sociedad española despersonalizada radicalmente, que busca en lo estrambótico una leve sombra de aquella originalidad y personalidad que perdió hace largas décadas...
Y así nos va...
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