Es curioso, pero la Historia de España discurre como un péndulo oscilante entre la heroicidad y la cobardía a lo largo de los siglos.
De aquella piel de toro extendida de la que nos hablaba Estrabón, en la que múltiples pueblos independientes y aguerridos hicieron la vida imposible durante dos siglos a los romanos, pasamos -unas centurias más tarde- a una población cobarde, sumisa y sometida al yugo de unos pocos visigodos...
Durante la época de nuestros primeros reyes hispánicos, la cobardía absoluta debió de ser la nota dominante, hasta el punto de que unos pocos miles de musulmanes volvieron a someter a varios millones de hispanogodos en muy poco tiempo. Los matrimonios entre hispanorromanos y visigodos ya habían sido permitidos, y se ve que el gen de la cobardía española de aquellos siglos se mezcló y anegó por completo la sangre germana de los antiguos invasores...
Mas el péndulo volvió a oscilar y nos encontramos con un aguerrido pueblo español luchando, durante siglos, por recuperar sus tierras e incluso saltando el charco, conquistando un Nuevo Mundo.
Pero la inercia de ese péndulo histórico volvió a su extremo más vergonzoso cuando, a principios del siglo XIX, la dinastía Borbónica nos ofreció aquel bochornoso episodio entre Carlos IV y su hijo, Fernando VII, luchando ridículamente por el poder y dejándose detener en Francia por el mismo Napoleón, mientras nuestro cobarde ejército dejaba que las tropas napoleónicas ocupasen, sin oposición alguna, toda la Península...
Esta vez el péndulo se movió rápido y fue el mismo pueblo el que tuvo que sacar del fuego a nuestra monarquía, ancestralmente cobarde, infligiendo la primera gran derrota al Emperador de Europa... Pero este movimiento pendular ilusionante duró bien poco, pues en el momento de la entrada de Fernando VII en Madrid, tras su exilio, no fueron pocos los españoles que desataron las caballerías que arrastraban su carroza, para tirar ellos mismos del carruaje al grito de "¡Vivan las cadenas!"...
Y desde entonces... Desde entonces parece nuestro país anclado en ese punto de cobardía ruborizante frente a cualquier enemigo exterior...
Lo vimos hace años, en los tiempos de Felipe González, con la denominada "Guerra del Fletán"... Lo vemos hoy, con el ridículo completo ante Gran Bretaña por el asunto del Peñón...
¿Cuántos años, cuántas generaciones deberán pasar aún para que nuestro eterno péndulo vuelva a ocupar la posición de la honra y la gallardía, ya completamente perdidas...?
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