Mucho se alegraron los sempiternos bobos que pueblan nuestro país cuando, ya hace tiempo, nuestro zapatético Gobierno nos prometió eliminar por completo la publicidad de la televisión pública española.
Para compensar el déficit adicional que ello supondría a nuestra ya infinitamente deficitaria televisión nacional, se pergeñó, desde las huecas mentes de nuestros admirados dirigentes, la ocurrente idea de asaetear con un nuevo impuesto a las operadoras de comunicaciones... Hecho que sólo ha traído la consecuencia de que las mismas repercutan ese nuevo gasto en el resto de los mortales, es decir, en nosotros, los sufridos consumidores...
Pero lo más sorprendente de todo es que la publicidad en sí no ha desaparecido de Televisión Española: la podemos ver a todas horas y tan insistentemente como siempre, metamorfoseada en autopublicidad. En autopromoción...
Los programas siguen siendo interrumpidos constantemente con anuncios de nuevos programas, por lo cual se ha desnudado a un santo para vestir a otro... (no sé si entenderán estas frase nuestros satanistas gobernantes...)
Y, para más inri, el lavado de cara de nuestra televisión, obligatoriamente pública, ha sido una mera operación para volver a favorecer al clan de la ceja...
Televisión española no deja de emitir películas precisamente españolas, de esas que no ve nadie y que han sido previamente subvencionadas a través de nuestros impuestos...
Ahora, esa interminable ristra de ineptos y pedantes directores y productores de cine españoles tienen una fuente adicional de ingresos mediante la difusión de sus indigestos bodrios cinematográficos que nos obligan a contemplar -como si de una desagradable cucharada de aceite de ricino se tratase- día tras día...
Es que no os enteráis, majetes... :-)
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