Mañana volveremos a revivir, por enésima vez, un nuevo paripé (traducido al actual castellano digital, “postureo”) en el que un prominente grupo de frustrados que creen ser más que lo que realmente son, se dedicarán a silbar a nuestro Himno, a nuestro Rey y a España en general.
El problema de esta situación -que ya se repite incesantemente, año tras año, como en un circular mito del eterno retorno- no es que este grupo de traidores a la Patria enseñen sus banderas estrelladas... El problema radica en la aparente cobardía de nuestra clase política, que ha conducido a ello...
Por una parte, un pamplinero Presidente del Gobierno, carente de la suficiente energía y valor como para haber suspendido la autonomía catalana, tras largos años de insultos, chulería y humillaciones contra el resto de los españoles...
Por otro lado, un Monarca, que, siguiendo los adormecidos pasos de su padre, no hace absolutamente nada: ningún año ha manifestado una postura realmente digna, como hubiera sido levantarse e irse del estadio, ante los abucheos, silbidos e insultos a nuestro himno y hacia su misma persona... Como ya se hizo una vez en Francia ante una situación similar, este tipo de partidos debieran ser suspendidos temporalmente y celebrados a puerta cerrada.
Ante el cobarde argumento de los maricomplejines que pululan por el PP de que “el Rey no puede hacer nada”, yo les diré que el Rey sí puede hacer muchas cosas, y ésta es una de ellas.
Debo recordar, además, que, constitucionalmente, el Rey es símbolo de la unidad de la nación... y capitán general de los ejércitos... Y que uno de los deberes constitucionales de las Fuerzas Armadas es precisamente mantener la unidad de España...
Así que ya estáis poniéndoos las pilas, majetes de los poderes institucionales, porque, si no, estarían injustificados los pingües emolumentos que habéis recibido durante estos años por un trabajo no hecho y exprimido de nuestros impuestos.
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