Hoy, como no sabía de qué hablar, me he zambullido en una de mis frecuentes elucubraciones mentales y no se me ha ocurrido otra cosa que bucear en una de esas cuestiones que tiene a toda la humanidad con el alma en vilo, en un sinvivir delirante y en una tembladera emocional.
Tradicionalmente se ha considerado que el pecado original, representado en la Biblia como una desobediencia a Dios, una rebelión ante el Ser Supremo, no era sino una metáfora de la "pérdida de la inocencia", del sexo practicado por primera vez entre Adán y Eva, ese "fruto prohibido".
Adán y Eva cometieron ese pecado carnal con el que venimos cargando nosotros, fueron ambos expulsados de ese Paraíso que debiera haber sido el mundo y, ella, condenada a "parir con dolor".
Ahí podía quedar todo.
¿Pero... acaso no hemos caído en la cuenta sobre cómo fue engendrada Eva...?
Eva fue creada a partir de una costilla de Adán. En otros tiempos, eso podía considerarse como una anécdota más dentro de la historia de la Creación.
Pero, en nuestros atribulados tiempos, ese procedimiento de génesis no es, ni más ni menos, que una clonación.
Dios clona a Eva a partir de un fragmento de materia orgánica, de ADN (ADaN) de Adán.
Ésa sería nuestra perspectiva actual: Eva es un clon de Adán sobre el que se ha operado una pequeña manipulación genética de cambio de sexo.
¿Y qué es un clon con respecto a otro?...
Su hermano gemelo.
Podríamos decir que Adán y Eva son, en realidad, hermanos, hermanos de sangre, tan hermanados que realmente son el mismo ser con un cambio de protuberancias.
Pero también podríamos decir que Adán no es sólo el "hermano" de Eva: es, también, el padre, pues ella es engendrada a partir de él.
Se mire por donde se mire, estamos contemplando un caso de doble incesto: hermano-hermana o padre-hija.
¿Comprendemos ahora la prohibición de esa relación y el castigo sobre la misma?
Adán y Eva no fueron engendrados primigeniamente para que se reprodujeran, puesto que la consanguinidad incestuosa suele generar, con mucha fracuencia, productos genéticos defectuosos, es decir, tarados físicos o mentales.
Y eso es lo que somos. Ése es el nuestro pecado original:
Sin ser nosotros culpables de nada, llevamos en nuestra sangre ese defecto genético transmitido de generación en generación, esa tara que hace a la humanidad un conjunto de seres que se odian a sí mismos, capaces de realizar grandes cosas y, a la vez, infinitas aberraciones; de construir una civilización destruyendo un planeta; de elevar un magno edificio socavando sus cimientos.
De ellos provenimos: de una sangre de hermanos, padres e hijos mezclada en una batidora de inconsciencia pecadora...
¿Y aún nos preguntamos por qué la humanidad está tan desquiciada?
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