Sí, sí señores: nuestro ínclito alcalde, el señor Ruiz-Gallardón, no satisfecho de que Madrid sea la única ciudad del mundo con un monumento dedicado al Ángel Caído (situado, por cierto, a 666 metros sobre el nivel del mar), ni de haber quitado todas las referencias navideñas en las luces de Navidad, ni de haberse construido un despacho pentagonal (pentacular sería más correcto), ni de vestir siempre esos sempiternos trajes negros que gustan tanto a los miembros de la masonería, los illuminati y demás grupos de poder tétricos, ni de erigir todos los inviernos ese amago de árbol navideño conformado por una pirámide negra moteada con algunos pentáculos invertidos, ha decidido obsequiarnos con un maravilloso monumento a la Serpiente, que no es ni más ni menos que el horroroso obelisco de Calatrava que Caja Madrid ha donado a Madrid. El susodicho se está construyendo en la Plaza de Castilla -que ya fue elegida en la película el Día de la Bestia, de Álex de la Iglesia, como el sitio del nacimiento del Anticristo- y todos los inviernos, además, se ve gratamente acompañada por la mencionada y alegre pirámide negra.
Claro -nos dirán-, la Serpiente no es sólo el símbolo de Satanás, sino también el de la Sabiduría, dentro de las tradiciones precristianas, símbología adoptada también en la Medicina y Farmacia, con sus dobles serpientes enroscadas precursoras del posterior descubrimiento de la doble hélice de ADN. Y nos lo creeremos y nos quedaremos tan tranquilos.
Los obeliscos son tradicionalmente un pago masónico de agradecimiento ante un favor obtenido.
No sabemos si este tal señor Gallardón es masón, illuminati, satánico, todo a la vez o nada de eso, pero está haciendo todos los méritos para que lo creamos.
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