Acabo de pasar por la Plaza de castilla y cuál sería mi sorpresa (o mi no sorpresa) al observar cómo el amago-de-árbol-de-Navidad que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón ha ido colocando en esta conocida plaza gatuna los últimos años ha sido sustituido definitivamente por una típica pirámide masónica. Con sus tres lados apuntados recordando vagamente la forma de un enhiesto abeto posmoderno.
Ya habíamos visto los años anteriores a este extrañísimo alcalde cambiando obsesivamente los árboles navideños por una especie de luminosos cucuruchos invertidos y la típica iluminación navideña por iluminación a secas (en el sentido literal y en el ocultistasimbólico), muy en la línea de sus coleguitas de Oxford. También le habíamos visto sustituyendo despachos rectangulares por otros algo más pentagonales-pentaculares, más en la onda de su alegre vestimenta.
Pero este año llegamos ya al culmen del orgasmo masónico: árboles de Navidad reemplazados por pirámides, con sus tres ladetes.
¿Qué obsesión tendrán los masoncillos con el número tres? Los tres lados del triángulo del ojete que todo lo ve; los tres lados de cada lado de la pirámide masónica en el sello de los EE UU; los tres poderes falsamente separados del alucinado Montesquieu; los tres pasos del continuum histórico (e histérico) hegeliano de la tesis-antítesis-síntesis...
Bueno... los masoncetes también tienen otras obsesiones (no sólo el tres): también el pentáculo, los dos pilares -el Jachim y el Boaz, claramente representados también en las dos torres KIO de la susodicha Plaza de Castilla, que también se verá regalada en su centro con un monolito metálico en forma de enhiesta serpiente sinusoide-, los alegres trajes y corbatas negros que tanto les gustan...
...Y en fin... una incontenible aversión a todo aquello que simbolice claramente el Cristianismo, como es la Navidad.
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