Un palito...
Un palito...
Voy buscando un palito...
Pero no lo encuentro.
Antaño, cuando uno paseaba por un pueblo como en el que estoy veraneando, Robledo de Chavela, se encontraba palitos por las calles. Y también piedras, con las que dulcemente los chavales se lapidaban mutuamente, y arenilla, y briznas de hierba, y hasta gallinas...
Pero hoy, tras la terrible especulación inmobiliaria iniciada ya en el franquismo y proseguida, cada vez a pasos más agigantados, por el suarizmo, gonzalismo, aznarismo y zapaterismo, encontrar un palito en las calles de un pueblo es más difícil que hallar una aguja en un pajar (...y encontrar un pajar en un pueblo, no digamos...).
El cemento y el asfalto han invadido la superficie de los pueblos de España, y lo que queda de ellos sólo es un pálido reflejo de lo que un día fueron.
Y sigo buscando un palito.
Buscando un palito para limpiarme esa mierdaperro que he pisado y que, como en Madrid, es un tributo del reino animal a ese gran progreso que entre todos estamos construyendo.
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